Mi tierra. ¡Ay! mi tierra.
Con fronteras naturales y parajes que embrujarían a todo aquel viajero que nos visitara, pudiendo contemplar paisajes tan dispares, desde mares de vegetación en la Sierra de Cazorla, a desiertos con aires de western, donde bañarnos con una sirena en Cabo de Gata, como ya contaran las leyendas de pescadores, descendiendo por el manto blanco de la tierra nazarí, o viendo como la manquita se cubre ante los reflejos y resplandores del oro de esa torre bañada por esas aguas venidas desde el califato de los omeya, y maravilla de gruta o atardecer en la Caleta.
Siento cosquilleos cada
vez que llega esta fecha, aunque detrás del cosquilleo aparece la decepción de
ver como tratan a mi pueblo. Mi pueblo que levantó tantos otros, cobrándonos su
ingratitud, marginándonos con restricciones y normas impuestas, provocando
nuestro exilio, otra vez la historia se repite. Si hace 600 años ya una flota
inglesa bombardeaba nuestros barcos, ahora los dinamitan desde una “Roca” para
que les falte el pan sin que se puedan reparar esos aparejos, aparejos rotos
desde una lacra política ineficaz para con su tierra.
¿Para cuando esta tierra
llena de vida y sol dejará de ser maltratada?; ¿Para cuándo dejaremos que los
inútiles, ladrones y embusteros que nos gobiernan, dejen los asientos que
ocupan, creyéndose rodar un episodio del Sálvame, grabado en San Telmo? Y por si
esto fuera poco, si tuviéramos un circo, nos crecerían los enanos, la guinda,
los barrigas agradecidas, bajo siglas y lemas en defensa de trabajadores,
firmando pactos para el reparto del pastel, y con el consentimiento de la clase
trabajadora, con el temor al secuestro de sus nóminas, con deudas imposibles de
pagar, queriendo vivir por encima del estatus que les pertenece.
Si antes temíamos a una
bandera con un ave, ahora debemos temer otra, la de la gaviota, utilizada para
cocinar un caldo en la calle Génova y endulzados con un postre de
polvorones reales, imposibles de digerir, con yerno e infanta incluida.
¿Qué necesitamos?, ¿A que
esperamos?
Nuestros hijos con sus
estudios mermados, una sanidad cada vez más inaccesible, nuestros mayores
mendigando en muchos casos, y en otros tantos, evitando con sus mermadas
pensiones la mendicidad de sus progenitores, y prevenir que estos, acaben
viviendo en las antesalas acristaladas de las sucursales de una banca
putrefacta, echándonos de nuestras casas a costa de enriquecer más aún a los
del “Botín”. Casas con puertas abiertas como caracteriza a mi tierra, todos son
bienvenidos y nuestros hijos bien despedidos, como aquel que buscó el dorado.
Si tenemos en esta tierra la costa de la luz, busquémosla, la luz para que mi
tierra y sus gentes estén como se merecen.
Como quedaran grabadas
en la Alhambra las letras de Fco. A. de Icaza.
como
la pena de ser,
ciego
en Granada.
No permitamos que vivamos nosotros y
nuestros semejantes ciegos, teniendo una grandeza como la que tiene mi Tierra.
¡Ay mi Tierra!
¡¡ANDALUCES LEVANTAOS!!
Antonio Cano Obregón
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